MARIANO
del MAZO. Madrid.
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ATTAQUE. En Madrid,
con hinchada argentina. |
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El juego de las diferencias
El ciclo, que termina hoy con Páez,
Birabent y Leo García, mostró contrastes: de la euforia
desatada por Attaque y Divididos al sereno clima de
los shows de Saluzzi, Javier Malosetti y Fats Fernández.
Si me invitan puede ser que vaya",
le dijo anteayer Andrés Calamaro a Clarín,
en su caótico semipiso del elegante barrio de
Salamanca. Se refería, obviamente, a la posibilidad
de participar de la noche pop de hoy, sábado.
La invitación llegó y se espera que Calamaro
suba al escenario para tocar con Ariel Rot y/o Fito
Páez.
La de esta noche que se completa con Leo García,
Antonio Birabent y María Eva Albistur es
la última jornada de la Primera Semana Argentina
en Madrid. El final cercano ya comienza a definir los
contornos de este evento marcado por la diversidad,
la buena respuesta de público y, también,
por la desorganización.
Los contrastes entre las noches de rock y jazz resultan
interesantes para analizar qué está pasando
en Madrid. El miércoles rockero fue demoledor.
Unas 1.200 personas se sacudieron con Babasónicos,
Attaque 77 y Divididos. El público estaba
integrado en un 90 por ciento por argentinos. Algunos
símbolos de argentinidad abrumaron: las camisetas
de la Selección (y de San Lorenzo, Boca, Racing...),
los gestos de "aguante fiera" (y la inequívoca
seña de la mano haciendo horquilla bajo el mentón),
un pogo como extrapolado de Cemento, los colados en
la larga fila que se formó en la vereda de la
calle Princesa. El recital empezó una hora y
media más tarde, pero la queja que más
se escuchó tuvo que ver con la poca difusión
previa de los conciertos: la mayoría se enteró
sobre el pucho. Funcionó mejor el boca a boca
que los tardíos avisos publicitarios.
La noche de rock, y su público, dejó
en evidencia las flamantes olas inmigratorias que están
ocurriendo en España. Son chicos y chicas recién
llegados que están estrenando nostalgia. Mantienen
el acento (tal vez hasta exageren el lunfardo) y rondan
la Sala Arena con afichitos hechos a mano. Uno, por
ejemplo, anunciaba a un grupo llamado Vacas Dementes
y tenía un mensaje: "No vas a decir que
no extrañás el rocanrol del barrio...
Copate y vení a hacer el aguante!! Covers de
los Ratones Paranoicos, los Redondos y Viejas Locas".
La noche dedicada al jazz fue casi antagónica.
El inicio fue puntual y mucho español, mezcla
de intelectuales y lúmpenes curiosos, llenó
el boliche Galileo Galilei (una especie de La Trastienda
un poco más pequeña). Tanto Javier Malosetti,
como Fats Fernández y Dino Saluzzi fueron aplaudidos
serenamente. Una aprobación sin estridencias
pero tan nítida que en algunos casos provocó
emoción y sorpresa. Tal el caso de Malosetti,
que cuando terminó su set se dirigió al
público: "Si ven a un loco caminando por
la calle a la madrugada, soy yo que no me puedo dormir".
Malosetti fue de temas de Joe Zawinul a Pappo, del
gospel al jazz moderno, de temas religiosos como Jesus
on the mind al buen humor de canciones como Foll
be too (Fulbito, aclaró), de la demostración
virtuosa de solista a su rol de conductor de una banda
que por momentos sonó como una locomotora de
power jazz: Andrés Belloto tocó la trompeta,
Ricardo Cavalli el saxo, Andrés Beevwsaert el
piano y Pepi Taveira la batería.
El pianista Beevwsaert se quedó para tocar con
Fats Fernández. Melancólico, delgado,
algo alejado de su estilo expansivo, el trompetista
mostró que no es necesario meter muchas notas
para llegar lejos. Dejó hacer a los músicos
de su banda, hizo inspiradas versiones de Cole Porter,
Dizzi Gillespie, Michel Legrand y Benny Goodman, se
paseó por el cool, el swing y el blues, contó
que su padre era de Murcia y que por eso, claro, estaba
"muy emocionado de actuar aquí, por primera
vez, en España", y se despidió con
el tango Gricel, de Mores y Contursi.
Cuando Dino Saluzzi subió con su banda familiar
Celso en segundo bandoneón, Félix
en bajo y José María en guitarra
ya habían pasado más de dos horas de música
y la cerveza había vuelto más sensibles
los oídos y corazones del público. Quizás
por eso, el silencio que acompañó al compositor
salteño fue total.
Está claro que a Saluzzi no se lo puede considerar
precisamente un músico de jazz. De su vasta,
heterogénea y rigurosa obra eligió un
repertorio de fusión, partiendo más del
tango que del folclore. Su música climática,
anclada en la renovación
postpiazzolla de los 70 tuvo su feliz corte cuando
entregó, sólo con bandoneón, unos
fragmentos de Zamba de Lozano, de Leguizamón
y Castilla. Finalmente, fue el único artista
hasta el momento que se refirió, aunque mínimamente,
al conflicto de Aerolíneas desde el escenario.
"Que se arregle lo de Iberia, y también
lo de Repsol y Telefónica", dijo.
Ya en la madrugada del viernes músicos, plomos,
asistentes, turistas e inmigrantes argentinos se desparramaron
por Madrid en busca de una respuesta al gran interrogante:
dónde diablos poder ver la final de Boca y Cruz
Azul. Otros eligieron simplemente confundirse entre
la pintoresca multitud, las guirnaldas de vereda a vereda,
los bares y los cinco djs que ametrallaron con su dance
el barrio de Chueca, en la primera y alocada fiesta
callejera de la Semana del Orgullo Gay
Fuente:
Sección Espectáculos del diario Clarín
(www.clarin.com)
30/06/2001
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